domingo, 26 de enero de 2014

Ser Jesús o Judas

         Existe una anécdota del gran pintor, escultor e inventor, Leonardo Da Vinci, acerca de su pintura “La Ultima Cena”, una de sus obras más copiadas y vendidas en  la actualidad.
            Tardó 20 años en hacerla debido a que era muy exigente al buscar a las personas que servirían de modelos. Tuvo problemas en iniciar la pintura porque no encontraba al modelo para representar a Jesús, quien debía reflejar pureza de rostro, así como nobleza y los más bellos sentimientos.
            Así mismo, debía poseer una extraordinaria belleza varonil. Por fin, encontró a un joven con esas características; fue el primero que pintó.
            Después fue localizando a los once apóstoles, a quienes pinto juntos, dejando pendiente a Judas Iscariote, pues no daba con el modelo adecuado. Este debía ser una persona de edad madura y mostrar en el rostro las huellas de la traición y la avaricia.
            El cuadro quedó inconcluso por largo tiempo, hasta que le hablaron de un terrible criminal que habían apresado. Fue a verlos, y era exactamente el Judas que él quería para terminar su obra, por lo que solicitó al alcalde permitiera que el reo posara para él. El alcalde, conociendo la fama del maestro Da Vinci, aceptó gustoso y llevaron al reo custodiado por dos guardias y encadenado, al estudio del pintor.
            Durante todo el tiempo que posó, el reo no dio muestra de emoción alguna por haber sido elegido como modelo, mostrándose demasiado callado y distante. Al final, Da Vinci, satisfecho del resultado, llamó al reo y le mostró la obra; cuando el reo la vio, sumamente impresionado, cayó de rodillas llorando.

            Leonardo, extrañado, le preguntó el porqué de su actitud, a lo que el preso respondió: “Maestro, ¿es que acaso no me recuerdas?” De Vinci observándolo fijamente le contestó: “No, nunca antes te había visto”.

            Llorando y pidiendo perdón a Dios, el reo le dijo: “Maestro, yo soy aquel joven que hace 19 años usted escogió para representar a Jesús en este mismo cuadro”:
            Por más belleza física que posea, es la emoción interna la que finalmente sale a relucir a través del tiempo en nosotros, quedando inevitablemente marcada en nuestro rostro. Pasemos por la vida descubriendo Judas por nuestro camino pero tratémoslos como si en realidad fueran “Jesuses”.

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